Maria del Mar Bonet: “Soy perfeccionista pero no quiero la perfección, sino la emoción”

Cantautora

Medio siglo sobre los escenarios de una referencia de la música mediterránea

'Mi prioridad es disfrutar como una loca de lo que hago, gravitar, tocar un poco el cielo con las manos y formar parte de un tiempo ilimitado', dice

Los inicios y la inexperiencia.- "Cuando empecé a cantar ya sabía muy bien lo que quería pero no sabía cómo hacerlo"

El idioma.- "Cantar en catalán ni me ha abierto ni cerrado puertas, ha sido mi vehículo natural"

Las facetas musicales.- "Como intérprete es donde doy lo mejor; como compositora me falta bagaje"

La voz y las canciones de Maria del Mar Bonet (Palma de Mallorca, 1947) cumplen encima de los escenarios medio siglo, y como toda efeméride de espectaculares números redondos se está conmemorado de forma no menos espectacular. Una apretada agenda de conciertos en los más diferentes formatos, actos de reconocimiento como el que recordaba su debut barcelonés enLla Ovella Negra, donde asistió media profesión además del presidente Puigdemont, la publicación de una prolija biografía escrita por Jordi Bianciotto en estrecha colaboración con la artista ( Maria del Mar Bonet, intensament, Ara Llibres) o la inminente aparición de su álbum “cubano” Ultramar son algunos de los hitos.

- ¿Cuál es su prioridad número uno como artista?

- Disfrutar como una loca de lo que haces, comenzar a gravitar, tocar un poco el cielo con las manos y formar parte de un tiempo ilimitado. Cuando acabas de interpretar una canción, que lo hagas porque lo que tenías que decir ya lo has dicho de una forma tan bonita que ya es imposible decirlo mejor.

- ¿Cuál cree que es la clave de que su música y su manera de cantarla guste en latitudes muy distintas?

- Mi respeto a la canción y, a la vez, que le doy una forma muy mía.

- ¿Su valoración de estos cincuenta años en los escenarios?

- Sobre todo, que han pasado demasiado deprisa, porque cuando haces algo que te gusta, el tiempo pasa volando. No sé, siempre he sentido el placer de cantar y de agradar. Y cuando ves que gusta lo que haces, aspiras a más y a más.

- ¿En qué faceta cree que se desenvuelve mejor?

- Como compositora soy un poco pobre; voy escribiendo, no he hecho muchos temas, aunque quiero hacer un disco con canciones nuevas mías a corto plazo. Como siempre he mezclado canciones mías en discos más temáticos, ahora me apetece hacer uno sólo de canciones mías. Estoy escribiendo bastante y luego les tendré que poner música a muchas de ellas. Pero me va a costar un poco porque escribiendo soy muy lenta y a veces las dejo abandonadas durante años. Ahora tengo una con una letra que me gusta mucho sobre la paz que se llama Lluna de pau donde vengo a decir que a ver si viene la luna llena, que es el símbolo de la paz, y que a ver si despacha de una vez la guerra del mundo; es que estamos como una cabra en el mundo en que vivimos. Aún no hemos aprendido a respetarnos y sólo creamos bombas, cada vez más terribles; cada vez hay más exilios, el mar es un cementerio… para mí el ser humano es incomprensible. O es que el ser humano es violento de por sí.

- ¿Usted qué cree?

- Yo pienso que si el ser humano ha sabido crear cosas tan magnificas como la música o las religiones, y muchas de ellas tienen que ver con la bondad, y si efectivamente tiene una cosa que es la bondad, entonces me parece que no sabe sacar partido de eso. Creo que hemos dado tanta importancia la bondad como al comercio, y eso no puede ser. Pero volviendo a lo que me preguntaba, yo diría que como intérprete es donde doy lo mejor de mí. Me gustaría decir lo mismo como compositora, pero no tengo bagaje.

- Hablando de bondad, ¿se considera una persona bondadosa?

- Yo querría ser muy bondadosa, aunque no sé si lo soy mucho. Conozco a gente que lo es, y sé que no soy como esas personas. Siempre tengo envidia de esa gente… Mi padre era un ser muy bondadoso, que aunque le diera rabia algo o así, siempre tenía buenas palabras para todo el mundo. Me gustaría ser ­como él. Y conozco a gente más joven que yo y que también lo es. No sé si es una cosa que se podría aprender, pero me gustaría que en los colegios esa palabra estuviera encima de las mesas, y sobre todo el respetar a la persona que se tiene al lado.

- Usted se formó y destacó desde el primer día en un ambiente profesional marcadamente masculino. ¿Es un mérito?

- Pues es verdad. Ha pasado en muchos ámbitos artísticos, como en la pintura. Pero ahora, en la escena musical de aquí, hay muchas mujeres que hacen música y cantan y muy bien.

- Sus primeros pinitos también se enfocaron hacia la cerámica.

- Sí, quería hacer cerámica. Cuando llegué a Barcelona trabajé durante un tiempo en una fábrica junto a un gran ceramista como Jordi Aguadé, aunque ya entonces cada vez cantaba más. Y cuando tuve que elegir no lo pensé mucho, entre otras cosas porque mis padres me animaban mucho a que lo hiciera.

- Usted ha dado voz a canciones que forman parte de la crónica generacional de mucha gente, como Què volen aquesta gent?, Mercè, Jim o L’àguila negra. ¿Cómo recuerda aquellos años?

- Creo que en las discográficas y la gente con poder decisión se decidían por un tipo de música que no tenía nada que ver con lo que yo hacía. En mi opinión, en muchas editoriales musicales la gente que las llevaba no sabía de música. Sabían más de mercadotecnia. En mi caso, afortunadamente, he solido estar con gente que sabía, sabe y entiende de música. Haber trabajado, por ejemplo, con Jacques Denjean, que hizo unos arreglos insuperables en Mercè, o haberlo hecho a comienzos de los setenta con Alain Milhaud como productor, fue un placer. Pero Milhaud creía que yo tenía que ser una cantante más conocida y cantar en más idiomas, y llegó un momento en que topamos: yo quería grabar poemas de Bartomeu Rosselló-Pòrcel, desconocido para él; él quería impregnar su sello en mí, pero como yo quería ir por otro camino, dejamos de trabajar. Es decir, el encuentro genial que supuso grabar y hacer L´àguila negra, la versión de la canción de Barbara, no lo volvimos a tener nunca más. Pero me supo muy mal dejar Bocaccio Records y la sombra de Milhaud.

- Con Bocaccio Records tuvo una relación muy intensa.

- Hice dos discos con ellos, y la verdad es que creo que con la discográfica de Oriol Regàs tuve un buen feeling que nunca más he vuelto a sentir. Actualmente hay otros feelings y otros funcionamientos, que están bien, pero son otra historia. En aquel sello tenía la seguridad de que una buena canción, bien cantada y bien promocionada, podía llegar a cualquier lugar sin importar en qué idioma estuviera cantada. Y el tiempo me ha dado la razón.

- ¿El catalán ni le ha abierto ni le ha cerrado puertas?

- A mí, no, ha sido siempre mi vehículo natural para cantar y expresarme; lo que pasa es que aquí no hemos querido o no hemos sabido promocionarnos para llegar donde podíamos llegar. Porque yo personalmente no llego hasta allí, no me sé promocionar. No he sabido hacerlo, en eso soy más hippy.

- ¿Ha cometido muchos errores en este medio siglo de carrera?

- Muchísimos, por supuesto.

- ¿Alguno confesable?

- El disco que grabé en el Olympia de París, y que apareció en 1975. Nunca me gustó, fue un disco que se editó sobre todo de cara al mercado catalán porque en aquella época tenía mucha importancia actuar allí. Pero yo no tenía todavía suficientes instrumentos para hacer un buen disco en ese marco. Cuando empecé a cantar sabía muy bien lo que quería, pero no sabía cómo hacerlo. Sabía que quería conocer a Theodorakis, quería hacer música norteafricana, pero no sabía cómo. Aún no había hecho el camino necesario. Pero el día a día te enseña mucho, y todo eso con el objetivo, claro, de hacerlo lo mejor posible.

- Usted es perfeccionista, ¿no?

- Sí, muchísimo, fatal. Cuando escuché hablar a Paco de Lucía delante de una cámara mientras tocaba, yo ya le veía perfectísimo, pero él quería siempre más. Siempre estaba más allá, y yo encuentro que esto a veces raya la enfermedad.

- ¿A usted le pasa?

- No; lo que yo quiero no es la perfección, porque sé que no voy a llegar a ella, sino que lo que busco es la emoción, y eso lo estoy logrando mucho estos últimos años.

- ¿Antes no?

- Sí, pero no me daba cuenta. Ahora lo percibo y disfruto mucho más. Si tú das emoción, la gente te la retorna. Es una respiración mutua. Lo peor que puede tener un cantante o un instrumentista es transmitir frialdad, aunque lo haga muy bien. Es como entrar en una iglesia: si lo haces, es porque quieres rezar de verdad, porque quieres hacer ese mantra con el máximo de magia y espiritualidad. Cuando subo al escenario siempre busco esa magia.

- ¿Cuántos capítulos faltan para que diga adiós a todo eso?

- Si disfruto tanto, ¿cómo voy a dejarlo? Faltan muchos capítulos aún. Algún día lo tendré que dejar porque me faltará la fuerza física, pero no será por otra razón.

(Esteban Linés, La Vanguardia)