Políticas de línea dura, tecnócratas en instituciones clave o diputadas que defienden valores tradicionales son las mujeres de confianza del jefe del Kremlin
Yekaterina Fúrtseva fue probablemente la mujer más influyente en Moscú durante la Unión Soviética. De ser una sencilla militante comunista, costurera en una fábrica textil, comenzó su carrera política cuando todavía vivía Stalin. Ascendió en el escalafón, participó en el deshielo de Jruschov y fue ministra de Cultura hasta el año de su muerte, en 1974, con Brézhnev en el poder. Formó parte del politburó del comité central del Partido Comunista, la segunda mujer en entrar en el olimpo soviético después de la revolucionaria Yelena Stásova.
El caso de Fúrtseva era una excepción en aquella época. Hoy son más las mujeres que ocupan cargos de responsabilidad en la alta política rusa, aunque sigan estando lejos de la igualdad con los hombres (el 15,8% de los diputados de la Duma son mujeres; sólo hay tres féminas entre los 33 ministros del Gobierno y también son tres las mujeres entre los 85 gobernadores regionales).
Algunas, como Valentina Matviyenko, forman parte de un núcleo duro que desde los primeros años de su poder ha estado cerca del presidente de Rusia, Vladímir Putin. Otras son excelentes profesionales y por eso forman parte de la maquinaria técnica del Estado. Un tercer grupo lo forman políticas más activas, que han destacado por colocarse en primera línea en la defensa de cuestiones que en ocasiones han sorprendido al mundo occidental, pero que representan un conjunto de valores tradicionales y conservadores, religiosos y morales a los que Rusia está volviendo en los últimos años.
Matviyenko comenzó a tener influencia como gobernadora de San Petersburgo, la segunda ciudad de Rusia y lugar natal de Putin. Su traslado a Moscú la retiró, del foco mediático, pero muchos siguen considerándola la mujer con más poder político de la Rusia actual.
Desde el 2011, Valentina Matviyenko es presidenta del Consejo de la Federación (Senado). Pese a tener una carrera consolidada como política y diplomática, hoy y durante un tiempo se la asociará al conflicto más grave que desde hace tres años enfrenta a Rusia con los países occidentales. En marzo del 2014 convocó de emergencia a los senadores para dar al presidente Putin permiso para utilizar el ejército en el exterior, es decir, en Ucrania.
En la otra Cámara del Parlamento, la Duma, una política de línea dura ha destacado en los últimos años por impulsar leyes relacionadas con la Seguridad, comisión que preside. Se trata de Irina Yarovaya, quien también es vicepresidenta de la Duma. Sus iniciativas más polémicas son las que endurecen las normas de manifestación, criticadas por la oposición extraparlamentaria, quien cree que son la respuesta del poder a las protestas de 2011 y 2012, las más numerosas desde la llegada de Putin al Kremlin.
También hay que incluir entre las políticas de raza a la economista Olga Golodets. Viceprimera ministra encargada del bloque social, entre sus funciones se encuentra velar por la igualdad de oportunidades e igualdad de justicia para todos los ciudadanos. A ella se atribuye el aumento en el 2016 de las bajas pensiones en un 12%, cuando al Gobierno le bastaba con un 4%.
Este año, una de sus prioridades es aumentar los salarios mínimos. "El año pasado terminamos con un salario medio de 36.703 rublos (610 euros), pero todavía me preocupa que 4,9 millones de personas reciban el salario mínimo", dijo en marzo, refiriéndose a los 7.500 rublos (124 euros) de salario mínimo actual en Rusia y que, a pesar de ser bajo, aumentó un 20% en 2016.
Comparten ese perfil tecnócrata dos pesos pesados más: la gobernadora del banco central, Elvira Nabiúllina, y la presidenta del Tribunal de Cuentas, Tatiana Golikova.
Como es la que cuenta el dinero, Nabiúllina disputa con Matviyenko el título de mujer más poderosa del país. "Si no la más poderosa, sí es una de las más respetadas", escribía hace poco la revista 'Forbes'. "Vladímir Putin se dirige a ella en todos los asuntos de política monetaria. Cuando el rublo se hunde, no os alarméis: Elvira lleva el timón".
Siguiendo con la metáfora, las manos que sujetaban el timón están siendo a su vez fuertes y hábiles en tiempos adversos, cuando Rusia se enfrenta a la crisis económica y el rublo ha vivido su peor devaluación en años. Esta timonel también ha llevado con experiencia el barco por tormentas como las sanciones económicas por la anexión de Crimea y el conflicto ucraniano, o como la limpieza del sistema bancario ruso con el cierre de docenas de bancos malos. Recientemente se ha confirmado que seguirá al frente del banco cenral cinco años más. En ese equipo económico también estaba Golikova. Tras hacer carrera en el Ministerio de Finanzas y llegar a viceministra, en el 2007 fue elegida para dirigir el Ministerio de Salud. En el 2012 fue nombrada asesora de Putin antes de hacerse cargo del Tribunal de Cuentas.
En los últimos años Putin está confiando en nuevas caras con un perfil muy conservador y próximo a la Iglesia ortodoxa en cuestiones como el patriotismo o valores morales. Muchas son mujeres.
Destaca el nombramiento el año pasado de la nueva ministra de Educación y Ciencia, Olga Vasilieva, quien entre otras cosas ha dicho que "el amor a la patria es un elemento fundamental de la esfera educativa". Con unos meses en el cargo, ya ha recibido críticas por defender el papel de Stalin en la historia rusa.
En ese papel conservador se sitúa también la senadora y exdiputada Yelena Mizúlina, quien parece el claro ejemplo de una "mujer antifeminista", como las definió recientemente el diario británico 'The Guardian'. El año pasado la Duma rebajó el castigo para la violencia doméstica o de género, retirándola del Código Penal. "Incluso cuando un hombre pega a su mujer no le hace tanto daño como la humillación que recibe un hombre". También fue la impulsora de varias leyes que hicieron arquear las cejas en Occidente, como la que prohíbe la propaganda homosexual a los menores de edad.
Finalmente, y por llegar la última, en posiciones tradicionalistas y religiosas también está la exfiscal de Crimea y hoy diputada Natalia Poklónskaya. En el 2014 se convirtió en símbolo del patriotismo ruso cuando rechazó a las nuevas autoridades ucranianas tras la revolución del Maidán y apoyó la anexión de la península de Crimea por Rusia.
Su apoyo a los valores tradicionales y religiosos ortodoxos se ha puesto de manifiesto al pedir una investigación de la película 'Matilda', por tratar la relación sentimental entre la bailarina Matilda Kschessínskaya y el último zar de Rusia, Nicolás II, lo que según ella sería un insulto a una persona considerada "santa" por la Iglesia ortodoxa rusa.
- Valentina Matviyenko, presidenta del Senado.
Tercera autoridad del Estado, esta veterana política de 64 años comenzó su carrera en el Komsomol y el Partido Comunista en tiempos de la URSS. También es diplomática y en la década de 1990 fue embajadora en Malta y Grecia. La mujer más influyente en la política rusa de la actualidad gobernó la segunda ciudad de Rusia, San Petersburgo, durante ocho años. Desde el 2011 está al frente del Consejo de la Federación, el Senado ruso.
- Elvira Nabiúllina, gobernadora del banco central.
Formada en la Universidad Estatal de Moscú (MGU) y una de las economistas más prestigiosas del país, lleva con firmeza el timón que le ha confiado Putin. De 53 años, es la defensora de la ortodoxia en la política económica rusa en unos años difíciles para Rusia, con desafíos como la crisis, la devaluación del rublo o las sanciones económicas de los países occidentales por la anexión de Crimea y el conflicto ucraniano.
- Irina Yarovaya, vicepresidenta de la Duma.
Una de las diputadas más respetadas y activas de la Cámara Baja, su trabajo se centra en temas de seguridad, comisión que ella misma preside. Yarovaya, de 50 años, ha impulsado las medidas y leyes que, según la oposición extraparlamentaria, están dirigidas a controlar las manifestaciones después de las protestas del 2011 y el 2012, las más numerosas desde la llegada de Putin al poder.
- Yelena Mizúlina, senadora.
Tras pasar por las filas de fuerzas liberales como Yábloko, hoy es de Rusia Justa, un partido que se define como socialdemócrata y forma parte de la oposición consentida por el Kremlin. Desde el 2012 se ha convertido en centro de atención al apoyar varias leyes polémicas sobre los derechos de la comunidad LGBT en Rusia o contra la adopción de niños huérfanos por parte de extranjeros. Tiene 62 años.
- Olga Golodets, viceprimera ministra.
Esta economista de 54 años llegó a la cumbre de la política rusa muy rápido. A finales de 2010 la llamó a su lado el alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, para encargarse de asuntos sociales. Un año y medio después comenzó a trabajar con el equipo del primer ministro, Dimitri Medvédev. Su defensa del aumento de las pensiones y de los salarios la han convertido en uno de los ministros más amables del Gobierno.
- Tatiana Golikova, presidenta del Tribunal de Cuentas.
Como Nabiúllina, forma parte del grupo de altos funcionarios con un perfil más tecnócrata que político. Tras una carrera de más de quince años en el Ministerio de Finanzas, en 2007 fue nombrada ministra de Salud y Seguridad Social. Cinco años después trabajó brevemente como asesora del presidente Putin antes de ocupar su puesto actual. Nació en Mitischi, cerca de Moscú, en 1966.
- Natalia Poklónskaya, diputada.
Se convirtió en un símbolo de patriotismo ruso en el 2014, cuando siendo fiscal jefe de la península de Crimea ucraniana apoyó la anexión de ese territorio por parte de Rusia y renegó del nuevo Gobierno de Ucrania. Tras dos años como fiscal jefe en el territorio bajo control de Moscú, saltó a la política nacional y fue elegida diputada en las listas del partido gubernamental Rusia Unida. Tiene 37 años.
- Olga Vasílieva, ministra de Educación y Ciencia.
Primera mujer al frente de Educación, fue nombrada el año pasado y se cree que forma parte de los políticos próximos a la Iglesia ortodoxa, en un esfuerzo del poder para consolidar el nuevo tradicionalismo ruso. Con 57 años, antes era docente en la Academia de la Administración Pública, miembro de la comisión de congregaciones religiosas adjunta al Gobierno y responsable de educación patriótica y moral de los ciudadanos.
(Gonzalo Aragonés, Quién, La Vanguardia)