La mujer que rompe todas las barreras

La capitana Rosa Malea, de 36 años y madre de tres hijos, es la primera piloto de combate que se incorpora al prestigioso equipo de la patrulla Águila

“Sí hay miedo, porque hay más riesgo.” Rosa García-Malea, capitana del ejército del aire, lo dice con tono pausado, tranquilo. Hace apenas tres horas que ha bajado de un CASA C-101, uno de los aviones a reacción que forman parte de la patrulla Águila, con base en San Javier, Murcia. Porque García-Malea es la primera mujer en la historia que entra a formar parte de este grupo acrobático, de prestigio internacional. “Sí, yo pensaba que no, pero es más arriesgado que pilotar un caza, porque aquí nos ponemos muy juntos, muy cerca, y un error puede ser fatal, pero por eso trabajamos para minimizar esos riesgos, para controlarlos”.

Su incorporación a la patrulla Águila ha despertado enorme expectación, también mediática. Y ella es plenamente consciente de lo logrado. “Es un reto, un honor, un privilegio formar parte de esta patrulla, por los valores que representa, porque es la imagen del ejército del aire en todo el mundo, y porque estás cerca de grandes compañeros y pilotos”.

Tiene 36 años, es madre de tres niños, y recuerda que siempre quiso ser piloto, “desde que era una niña”. No tiene claro de dónde le vino la curiosidad. En su familia, natural de Almería, no había “ambiente castrense”, pues no hay militares (su padre es empleado de banca y su madre profesora). “No he vivido en un ambiente militar”, subraya. Tam­poco recuerda haber sido in­fluenciada por alguna película o moda. “Cuando entré en la Academia General del Aire algunos compañeros se rieron de mí porque yo no había visto Top gun”, dice entre risas. “No lo sé, siempre estuvo ahí, siempre quise pilotar un avión a reacción”.

Y lo logró. En el año 2007 se convirtió en la primera piloto de caza de combate de España tras cinco duros años de formación en la Academia General del Aire. Es la primera mujer capaz de volar a 1.700 kilómetros por hora y superar así la barrera del sonido. Una situación que exige una preparación física y psicológica formidable, y que pocos en el mundo logran. “Nos preparan muy bien, teníamos excelentes instructores, al final lo logré”, recuerda.

Afirma que ser mujer no le ha supuesto ningún problema en el entorno militar. “En absoluto, el trato es igual que al de mis compañeros”. Ella fue una pionera, pero después han ido llegando otras mujeres al ejército del aire. “Somos pocas en proporción a los hombres, pero poco a poco nuestra presencia se está no­tando”.

Tampoco le ha supuesto un problema para formar una familia. Tiene tres hijos “y tiempo para estar con ellos”. Aunque reconoce que durante los embarazos “tuve que dejar de pilotar, no se puede llevar un avión cuando estás embarazada; esos parones de nueve meses cada uno hicieron que me apartara de los aviones, y eso sí que me sabía un poco mal, porque me encanta pilotar”. También asume que cuando tuvo a sus hijos “pensé un poco más en los riesgos que corres pilotando, en que puede haber accidentes, es normal, pero lo asumes porque es también tu trabajo y lo que te gusta”.

En este tiempo que lleva en el ejército recuerda también que como piloto de un F18 y a las órdenes de la OTAN estuvo realizando misiones en Libia en el año 2012, en misiones de combate. “Te da un poco de respeto, pero estás preparada porque llevas años entrenando para cuando sea necesario subirte al avión y despegar; pero sabemos que la probabilidad de un conflicto bélico es hoy por hoy muy pequeña”.

Ahora en la base de San Javier, Rosa García-Malea aporta su experiencia a los cadetes, pues además de piloto acrobático es instructora de los jóvenes estudiantes que aspiran a ser como ella. Al respecto apunta que en otros países los pilotos de la patrullas acrobáticas “se dedican sólo a eso, a preparase todo el año para las exhibiciones”. Pero que en España, los pilotos de Águila son también instructores.

Concluye que lo que más le gusta cuando está en el aire es mirar hacia bajo y ver la tierra. “Es emocionante verte allí arriba y observarlo todo”. Y que cada vuelo es diferente al otro, por muchas horas que hayas volado como piloto. “La verdad es que no sé cuantas horas de vuelo he hecho”, dice entre risas.

(Salvador Enguix, Quién, La Vanguardia)